Nuestros recuerdos infantiles se organizan en gran medida en nuestra memoria a través del discurso materno. Todas y cada una de las palabras que han sido nombradas por nuestra madre acerca de lo que nos aconteció en cada momento.
Desde ahí se establece una distancia entre la realidad que experimentamos y lo que se nombró sobre ella y surge una gran confusión interna porque en muchas de nuestras vivencias no existe coherencia entre lo que cada uno sentimos realmente y las palabras que desde fuera se pusieron a eso que nos aconteció.